Mario Costa se distingue no sólo por la bondad de su producto, sino también por una fidelidad a la tradición de producción que las continuas y necesarias adaptaciones tecnológicas no han socavado. La innovación y los profundos conocimientos en el arte de la quesería están en el origen de un Gorgonzola de sabor incomparable.
La empresa sigue llevando el nombre de su fundador -Mario Costa, nacido en 1893-, quien, inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, inició el negocio de transformación de leche en una granja de Vinzaglio, en la zona de Novara.
En aquella época, sólo se producía Gorgonzola de dos pastas, el picante, mientras que aún no había nacido el producto dulce y cremoso que hoy se ha impuesto en los mercados: en la empresa, sin embargo, ya trabajaban en el Costa Dolcificato, galardonado con la máxima distinción en la Exposición del Queso de Milán de 1924.
Desde principios de los años setenta, la dirección de la empresa se confió al nieto del fundador, Federico Fileppo Zop, quien -al incorporarse muy joven a la empresa- consiguió dar un nuevo impulso a la producción, que se triplicó en pocos años y creció sin cesar. Hoy, Federica y Davide Fileppo, bisnietos del fundador y ya activos en la empresa, representan la cuarta generación.
Mario Costa es ahora una realidad sólida, moderna y evolucionada (gracias también a la nueva sede recientemente inaugurada), siempre a la altura de su tradición de bondad y naturalidad, que tiene todos los números para afrontar el reto de un mercado cada vez más articulado y cambiante.
Una política competitiva viva y centrada que le permita crecer, pero sin olvidar sus raíces. En Costa, la calidad de la producción y el escrupuloso cumplimiento de las normas sanitarias e higiénicas están al más alto nivel en todas las fases de elaboración: desde la pasteurización hasta el procesado de la leche, pasando por la maduración y el envasado. Desde hace algunos años, la empresa cuenta con las importantes certificaciones internacionales BRC e IFS.